14/10/10
Los desfiles
Estoy de acuerdo con la sugerencia de David Trueba de que los desfiles nacionales deberían ser rotatorios entre los ministerios. ¿Qué es eso de que solo los militares puedan recibir el aplauso de los ciudadanos? Que yo sepa hay muchos otros enemigos y nadie les grita vivas a quienes nos defienden de ellos.
¿Para cuándo un desfile de médicos de la Seguridad Social luciendo marciales sus antigripales por la Castellana? ¿A qué se espera para que los técnicos del Banco de España o del Ministerio de Economía y Hacienda luzcan orgullosos por la Gran Vía madrileña los ordenadores con los que nos defienden de los temibles ataques de los mercados de la deuda?
Yo iría más lejos y clasificaría a los enemigos nacionales según su peligrosidad. En primer lugar deberían desfilar los fiscales anticorrupción y los inspectores de hacienda seguidos de los policías antimafia y anti-tribus-urbanas. Luego ya vendrían los militares y espías (disfrazados de lagarterana claro) seguidos de la brigada anti-timos de la Guardia Civil y los expertos del Instituto Nacional de Meteorología.
Porque vamos a ver: de acuerdo que los fundamentalistas talibanes tienen muy mala leche y están pirados pero su capacidad de daño, a estas alturas, es más bien limitada, salvo para sus compatriotas. En cambio un tiburón de Wall Street puede dejar literalmente en pelotas a media población. ¿Quién es más peligroso?
Yo propondría que también desfilaran el día de la Hispanidad los catedráticos de filología, los investigadores, los humoristas, los fisioterapeutas, los que hacen cine, los que nos defienden de los correos basura, de los ruidos, de la contaminación, del aburrimiento, de las medusas, de algunos tertulianos y muchos otros.
Lo que veo más difícil es elegir mascotas. No imagino yo el equivalente a la cabra de la legión en el ministerio de Educación visto el puesto que ocupa España en el ranking mundial de Universidades. ¿Un burro?
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1 comentario:
Me ha gustado la idea, el artículo también, de pensar en una mascota para cada grupo. Propongo para los filólogos un gran bote con lengua en escabeche...antes habría que convocar un concurso para elegir la más sabrosa, la mejor cocinada.
¡¡¡juasssss!!!
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