8/10/10

Circumnutaciones



Intrigado por la curiosa forma de moverse que tienen algunas plantas al nacer llevo varios días leyendo todo lo que cae en mi pantalla sobre el tema. Tras buscar y rebuscar puedo decir, como Machado, que he andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares, y atracado en cien riberas. Por supuesto, todo sin moverme de casa. Resumo lo encontrando.

Para la llamada escuela de Frankfurt, las plantas se mueven de pura alegría. Según sus investigaciones, las semillas se ponen muy contentas cuando rompen la cubierta que las protege y saludan al mundo en señal de agradecimiento. Son perfectamente conscientes de que su destino natural era el estómago de algún bicharraco y vivían encogidas y asustadas, como temblando de miedo. Cuando ven la luz por primera vez casi no se lo pueden creer. Se dicen unas a otras “¡ estamos vivas ¡”. Todo esto en un lenguaje que algunos lingüistas-botánicos (nueva rama de filología con gran futuro) están empezando a estudiar.

Otra escuela, cuyos representantes son mayoritariamente asiáticos de la parte del sudeste, sostienen que las plantas no se alegran en absoluto de ver la luz porque tener que realizar todos los días la función clorofílica es como una condena. Sus movimientos acompañan cánticos a coro algo desacompasados. El equivalente humano sería el canto de las minas y su contenido es bastante triste. Son manifestaciones de una depresión colectiva por no poder moverse y ver mundo como los animales a los que envidian. La mayoría se avergüenza de sus raíces.

Una tercera corriente de teóricos, representada sobre todo por canadienses y noruegos, sostiene que las plantas nacen ya despistadas y con algo de angustia existencial. Literalmente no saben hacia donde mirar. Viven en la incertidumbre dudando constantemente entre si ir para un lado o para otro. Son algo débiles de carácter y no poseen convicciones firmes lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Algunos lo resumen con la frase de “no se mueven atraídas por la luz sino empujadas por las sombras”.

En el último Congreso Internacional de expertos en movimiento de plantas al nacer, celebrado en Bombay hace poco, las espadas estaban en alto. Tan solo una de las ponencias, presentada por un estrafalario poeta turco, mostraba el resultado de sus experimentos en los que quedaba clara la influencia de una molécula (la auxina) en los movimientos en espiral de las plantas buscando la luz.

El poeta alegaba que ya Darwin, en 1865 y bajo el título de «The Movements and Habits of Climbing Plants» en el Journal of the Proceedings of the Linnean Society of London, vol. 9, páginas 1-128, exponía claramente las causas de este movimiento habiéndole dado incluso un nombre que él juzgaba precioso: circumnutaciones. Intentó leer un soneto que había compuesto como prólogo a su trabajo pero fue abucheado sonoramente por sus colegas y tuvo que salir del congreso escoltado por la policía. Nadie ha vuelto a saber nada de él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acuerdo con el poeta abucheado...