30/7/10

Síndrome de Diógenes digital



Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el verdadero culpable de una nueva enfermedad aunque coinciden en la necesidad de avisar a las autoridades para que tomen medidas preventivas. Cada vez acuden a las consultas más personas con síntomas parecidos.

Todo empezó por un avance tecnológico que pasó casi desapercibido: las memorias de varios Gigas. Introducidas en las cámaras digitales permiten a los usuarios sacar miles de fotos de forma gratuita. Los ordenadores son capaces de almacenar cientos de miles de ellas sin inmutarse. Estos tres elementos (memorias enormes, cámara digitales baratas y portátiles muy potentes) componen una mezcla explosiva que, en poco tiempo, pueden tener consecuencias devastadoras para la sociedad.

Un paciente típico podría ser alguien que dispara compulsivamente su cámara ante todo lo que se le pone por delante. Vive tan apresuradamente y viaja tan rápidamente que devora la realidad para digerirla más tarde. Su lema parece ser el de “fotografío luego existo”.

El problema llega en casa, cuando se empeña en poner orden en todo aquello que almacena. Manejar cientos de miles de archivos y ordenarlos por temas, por fechas, por lugares o de cualquier otra manera es una tarea que necesita decenas de noches enteras sin dormir. Si a esto se une el diabólico invento del Photoshop que permite mejorar incluso las fotos tomadas con la tapa de la cámara puesta o aquellas dirigidas directamente hacia el Sol, no es sorprendente los ojos aplanados que presentan algunos individuos.

Muchos jefes de personal se quejan amargamente de las prolongadas ausencias de empleados valiosos tras unas vacaciones , de su aire ausente en las reuniones de trabajo, de las conversaciones en las que sacan constantemente y sin venir a cuento los términos de saturación, nitidez y contraste.

Algunos hijos yacen abandonados en sus cunas porque los padres están intentando ordenar lo inordenable. Es inmensa la cantidad de ropa que se acumula en las cuerdas de los tendederos simplemente porque sus dueños no pueden dejar de hacer subdirectorios y subdiderctorios de subdirectorios para meter (inultilmente por inabarcable) fotografías de planta ordenadas por colores, por número de estambres o de patos ordenador por lagunas.

Montones de comida se pudre en las neveras porque sus dueños tratan de ver todo lo que han acumulado en sus inmensos discos duros.

El autor de estas línea sin ir más lejos, inocente víctima de la enfermedad, está intentando clasificar las fotografías de los bañistas de una playa por colores de los bañadores, por longitud del pelo de las nadadoras y por zonas geográficas del litoral según el brillo del cielo cada hora del día. Más tarde intentará hacer lo mismo con los visitantes de los mercadillos veraniegos. El cinturón no engaña y, como apenas hay tiempo para comer porque soltar la cámara de fotos supone un angustioso periodo sin detener el tiempo, se le empiezan a caer los pantalones por haber perdido en unos días casi siete kilos.

Esta nueva forma del Síndrome de Diógenes Informático (SDI)se extiende cada vez más. Aviso de que se acerca una epidemia de proporciones apocalípticas.

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