24/2/14
Otras guerras
Además de las guerras grandes (que usan bombas y aviones) y las pequeñas (los glóbulos blancos contra las infecciones) hay otras que no salen por la tele pero que también producen sufrimiento y daños colaterales. Creo que habría que clasificarlas y, como por más que busco (en Internet) no encuentro ninguna, voy a intentar hacer una especie de zoología de estas guerras y darle un nombre: la guerrosofía.
Primero la descripción de las especies. Entre las grandes y pequeñas están las guerras un poco grandes y las un poco pequeñas. Ejemplos de las primeras son las que se traen las cadenas de televisión con los programas y contraprogramas, la de los supermercados compitiendo con los precios, las de los vendedores de tienda contra los manteros de calle, las compañías de telefonía móvil entre sí, la de los policías y ladrones, la de los inspectores de Hacienda contra los patriotas hispano-suizos….. Las guerras un poco pequeñas son las de los dentistas (desde mi ventana veo cinco), las de la suegras con las nueras, los enfados en las parejas, las reclamaciones ante los empleados de las compañías, la que uno tiene con los vecinos ruidosos o con los que llaman por teléfono durante la siesta, etc…
Luego están las guerras unipersonales entre la que se encuentran la de la conciencia contra la culpa, la del escritor con la hoja en blanco o el pintor con el lienzo, la memoria contra el olvido, el deber contra la pereza,... En este grupo se incluirían también la del trabajador contra su despertador, la que mantenemos con Windows 8 y sus puñeteras actualizaciones o con las instrucciones del móvil, o contra el sol en verano, o contra el tabaco, los michelines, etc….
En un grupo aparte se me ocurre meter las guerras muy muy pequeñas, por ejemplo la que libran los electrones por ocupar un lugar en su órbita de los átomos, o las del oxígeno contra el hierro que trata de no oxidarse. Luego hay otras algo más grandes como las batallas entre ejércitos de hormigas o las que salen en los documentales de la jungla. A este grupo lo llamaría “grupo cajón” o pendientes de clasificar, como los “estados límite” en psicología, que no se sabe muy bien qué lugar ocupan.
Cuando uno se pone por la mañana las gafas de ver guerras, y a mi me sucede a veces, tiene que darle la razón a Einstein al decír que si dios le hubiera consultado antes de crear el mundo, le hubiera dado algunos buenos consejos. Pero si se pone las gafas de fotógrafo, o si está enamorado, o si le duele la espalda, se ve el mundo de distinta manera. En este caso tiene razón Campoamor cuando dijo que “en este mundo traidor nada es verdad o es mentira y que todo es según el color del cristal con que se mira”. O el proverbio ruso de que “dos tercios de lo que vemos está detrás de nuestros ojos”.
Hoy me he puesto dos gafas a la vez: Una es la de ver enemigos en todos los creadores de programas que nos obligan cambiar de ordenador cada poco tiempo. Otra es la de ver profesores amables en todos los dependientes de las tiendas a los que les estoy dando el coñazo buscando cosas absurdas. Por eso estoy cabreado y contento a la vez.
Frase corta: “Lo más triste después de un ejército vencido es un ejercito vencedor” (Alejandro Magno )
15/2/14
Esculturas realistas.
Después de casi 2800 años ya se ha resuelto el problema filosófico de si hay cosas objetivamente bellas o si para gustos están los colores. Desde Platón, esos seres extraños a si mismos que se llaman filósofos han debatido sobre el asunto sin resultado, o con resultados distintos. Lo que han dicho se estudia en la asignatura de Estética.
Para unos (Stendhal) la belleza es " une promesse de bonheur" (una promesa de bienestar). Para la Real Academia de la Lengua es "armonía y perfección que inspira admiración y deleite". Para otros es lo que agrada a la vista, o al oído, lo que posee simetría, lo que resplandece por verdadero, etc.....
La respuesta, en parte, se ha encontrado donde se resuelven muchas de las cuestiones filosóficas: en la neurobiología. Tras un estudio con miles de personas de muchos lugares distintos y utilizando encefalogramas, resulta que hay una belleza objetiva y universal, que tiene base genética, y que proviene de nuestros antepasados primates. A todos los humanos nos resulta bello un paisaje verde y con árboles (pero no demasiados) parecido al de la sabana de la actual Etiopía. Ya se conocen los circuitos cerebrales donde reside el placer estético de esta visión (los circuitos de recompensa del encéfalo) y hasta las moléculas implicadas, que resultan ser comunes a las que se activan por el amor, la nicotina, la cocaína, el sexo, la música y otras muchas cosas más.
También se conocen los beneficios para la salud de vivir un entorno "bello" y, en concreto, para los sistemas inmunitario y endocrino. El resultado es que se previenen muchas enfermedades, se gasta menos en antigripales y se vive más y mejor.
Todo esto viene a que, como urbanita, necesitaría unas plantas en la terraza para estimular mis circuitos de recompensa del cerebro, pero que no tenga que regarlas, porque esto, un día, bien, pero muchos es un coñazo y la asistenta tiene vértigo y dice que ella no sale.
La solución la he encontrado, como muchas veces, en IKEA, en concreto en la sección de "esculturas realistas inductoras de la secreción de dopamina y oxitocina" que algunos indocumentados llaman "el pasillo ese de las plantas artificiales". Tienen tantas ventajas que necesitaría otra entrada de estas para describirlas.
Estas esculturas-plantas son ahora tan reales que cuentan el caso de un jardinero nuevo en una urbanización que se pasó bastante tiempo regando unas hasta que un vecino le avisó de que eran de plástico.
Frase corta: "Verde que te quiero verde, verde viento, verde rama el barco sobre la mar el caballo en la motaña verde, que yo te quiero verde si si yo te quiero verde ay ay yo te quiero verde.". (anónimo)